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Caro Falcone

Tallerista de Yoga suave con silla

Soy Carolina. Nací en Argentina y vivo en Barcelona desde hace 16 años.
Mi camino de vida viene, desde siempre, muy relacionado con el cuerpo, el movimiento y la expresión.
Aunque me fascina la teoría, la explicación, el pensamiento… nunca pude pasar más de un tiempo «prudencial»  filosofando. Siempre me ganó el «ir a lo práctico». Siempre me faltaba poner el cuerpo.

Así fue que empecé varias carreras «teóricas» que nunca pude terminar y finalmente, estudié Arte Dramático en Buenos Aires, especializándome en entrenamiento físico y vocal de escena y técnica de clown.
Cuando en 2005 descubrí el Yoga, el flechazo fue instantáneo. Mente y cuerpo en un combo. ¡Qué regalo!

Desde entonces he seguido practicando y luego compartiendo Yoga con personas y grupos y, gracias a la práctica y a mi rol como profe de Yoga, fui aprendiendo a conocerme más, a conocer mi fuerza y mi sensibilidad y a gestionar mi vida desde una visión más amplia, más coherente y más respetuosa de mí misma y de mis relaciones.
Con los años fui depurando mi estilo de enseñanza, enfocándome cada vez más en ofrecer una práctica de yoga cercana y adecuada a la realidades individuales. El camino del yoga es muy amplio pero, si hilamos fino, nos damos cuenta de que todas las vías pasan por el mismo sitio. Y ese sitio no es la postura perfecta; es la experiencia del momento presente. Y para ello da igual que estés haciendo la vertical o respirando.

Esto se hizo carne en mí cuando, no sé bien cómo y menos sé por qué,  me encontré frente a un grupo de personas mayores de 70 que querían hacer Yoga.  En ese instante, todas las aristas de la frase «Yoga es para todo@s» confluyeron y ya no hubo vuelta atrás: si de verdad Yoga es para tod@s, voy a ser parte activa en sostener esta premisa.

Siempre me gustó ir construyendo la práctica de forma gradual, dando tiempo al cuerpo y a la mente para que puedan ir habitando el presente en cada movimiento y en cada postura a su propio ritmo. Pero, desde que la silla entró en mis clases, me maravilla cómo la práctica se adapta aún más para volverse familiar, cercana y accesible y cómo, lo que hacemos en clase, pasa a formar parte de nuestra vida de forma orgánica, con la naturalidad de lo que nos es propio.

Por eso estoy ahora con el compromiso firme de acercar el Yoga a las personas que necesitan una practica en silla. Para ello, me he metido en el berenjenal de crear una incipiente comunidad en las redes, empleada a fondo en que el Yoga en silla llegue a nuevos rincones, inspire y se nos instale en el cotidiano.